Mientras me miro al espejo desnuda, pienso en mis gustos e inclinaciones sexuales desde
Mis lecturas precoces sobre erotismo y
sexualidad, me abrían más el apetito. Desde la adolescencia empecé entonces a fijarme en hombres
mayores. No fue fácil encontrar a uno que entendiera que quería más que sexo, y que no era precisamente amor, y aún siendo una joven estudiante.
Recién en la
universidad encontré lo que buscaba. Fue complejo persuadir con fines no
docentes a mi profesor de Arte y Estética. Siempre lo miraba fijamente a los ojos con lascividad. También él a mí. No era necesario hablar para saber qué queríamos. Pasó
un año hasta que una vez en un pasillo solitario de esa casa de estudios se
acercó y sin preámbulo alguno metió su mano por debajo de mi falda hasta
llegar a mi vagina, me masturbó suavemente; y cuando acabé en un silenciado
orgasmo, me besó de manera dulce.
De esta forma
comenzó una intensa relación basada en la discreción con este hombre quince
años mayor. Él sabía lo que deseaba y cómo. Podía leer tras el oscuro de mis pupilas. Recuerdo que me pedía que separara mis piernas y levantara mis caderas para
que entrara su pene grande y grueso en mi ano. Y sin la piedad de alguien que mata a su enemigo, me sodomizaba una y otra
vez. Sangraba. Mis muñecas quedaban apresadas sobre mi espalda entre sus grandes manos. Solo cerraba los ojos y dejaba
que los movimientos bruscos me dejaran casi muerta. Así, en deliciosos minutos.
Ahora en cuanto a mujeres, las prefiero de cabello negro, de tetas grandes, no muy delgadas y siempre sin vellos. En referencia a lo último, en mi libertad he comprobado que coger con alguien del mismo género es más placentero. Dos iguales saben perfectamente cómo y dónde deben tocar y en qué intensidades. Con mi última novia nos corríamos como locas friccionando nuestros clítoris entre sí. Ella sobre mí, sus tetas bailando en mi cara, mis manos guiando sus caderas hacia arriba y hacia abajo. Era extasiante. No tengo en la memoria orgasmos más fuertes que aquellos. Es goce también estar con un hombre y mujer a la vez, compartir un pene en un beso blanco. En tanto, con dos hombres, es morir. ¿Orgías? No las prefiero.
Quién no ha recreado
en sus mentes participar en un acalorado encuentro de tres o follar con el sexo
contrario o con el primo o la esposa del vecino, etc. Lo cierto es que en
la imaginación todo puede suceder.
La pasión que no habla atormenta al silencio que desespera por romper en gemidos. Como decía Carl G. Jung:
La pasión que no habla atormenta al silencio que desespera por romper en gemidos. Como decía Carl G. Jung:
"El instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre. Está relacionado con la más alta forma de espíritu".
Una exquisitez de texto querida Magdalena.......No me canso de leeros y en todas las posiciones habidas y por haber.......
ResponderEliminarCada vez me gustas más :)
ResponderEliminarUn placer , señorita.
EliminarCuando no sabes si lo que estás leyendo es verdad o ficción has llevado al lector a un estado confuso....lo único que provoca es seguir leyendo para averiguar más........
ResponderEliminarJODER MAGDALENA UNA VEZ MAS.
ResponderEliminarMe ha gustado mucha esta historia Magdalena. Te agradezco tu honestidad sexual pocas se atreven.
ResponderEliminarLEEROS ME CAUSA CALENTURA Y TERNURA, QUE GANAS DE FOLLAROS CON AMOR Y SUCIEDAD
ResponderEliminarMe gusta tu honestidad al escribir, tienes la capacidad de que uno vaya contigo sumergido en olores, texturas, etc.
ResponderEliminarTe felicito dama de la Oz.