Confesión I



Mientras me miro al espejo desnuda, pienso en mis gustos e inclinaciones sexuales desde
que era una curiosa niña de apenas 8 años. Recuerdo que oficiaba de sacedortiza con mis pares y que jugaba con ellos a tocarnos el cuerpo con los ojos vendados. Cuando tenía 10 años di mi primer beso a una niña: a mi prima. Fue una tarde de verano en la casa de playa familiar. Después de venir del mar nos duchábamos juntas en la inocencia de esa edad. En el baño, el sol se colaba por la ventana, caía en rayos sobre sus senos en crecimiento formando hermosas figuras. Consideraba tan magnificente la escena que la quedaba mirando como si fuera una pieza de arte. En casa nunca nadie sospechó. Y yo siempre me preguntaba en ese tiempo por qué las personas debían follar sólo con el sexo opuesto y no con el mismo. Con esta idea, en el colegio me gustaba ver cómo mis compañeras de curso se desnudaban para la clase de gimnasia. Adoraba ver cómo los pequeños botones comenzaban a sobresalir de la tenida deportiva veraniega. Y sentía gran atracción por los niños más seguros e inteligentes. Al pasar el tiempo, más grande, me masturbaba con cierta frecuencia. En la ducha apretaba con fuerza mis pezones, dolía agradablemente. Elucubraba con un hombre que a rostro cubierto me maniataba y violaba. 

Mis lecturas precoces sobre erotismo y sexualidad, me abrían más el apetito. Desde la adolescencia empecé entonces a fijarme en hombres mayores. No fue fácil encontrar a uno que entendiera que quería más que sexo, y que no era precisamente amor, y aún siendo una joven estudiante. 

Recién en la universidad encontré lo que buscaba. Fue complejo persuadir con fines no docentes a mi profesor de Arte y Estética. Siempre lo miraba fijamente a los ojos con lascividad. También él a mí. No era necesario hablar para saber qué queríamos. Pasó un año hasta que una vez en un pasillo solitario de esa casa de estudios se acercó y sin preámbulo alguno metió su mano por debajo de mi falda hasta llegar a mi vagina, me masturbó suavemente; y cuando acabé en un silenciado orgasmo, me besó de manera dulce.

De esta forma comenzó una intensa relación basada en la discreción con este hombre quince años mayor. Él sabía lo que deseaba y cómo. Podía leer tras el oscuro de mis pupilas. Recuerdo que me pedía que separara mis piernas y levantara mis caderas para que entrara su pene grande y grueso en mi ano. Y sin la piedad de alguien que mata a su enemigo, me sodomizaba una y otra vez. Sangraba. Mis muñecas quedaban apresadas sobre mi espalda entre sus grandes manos. Solo cerraba los ojos y dejaba que los movimientos bruscos me dejaran casi muerta. Así, en deliciosos minutos.

Ahora en cuanto a mujeres, las prefiero de cabello negro, de tetas grandes, no muy delgadas y siempre sin vellos. En referencia a lo último, en mi libertad he comprobado que coger con alguien del mismo género es más placentero. Dos iguales saben perfectamente cómo y dónde deben tocar y en qué intensidades. Con mi última novia nos corríamos como locas friccionando nuestros clítoris entre sí. Ella sobre mí, sus tetas bailando en mi cara, mis manos guiando sus caderas hacia arriba y hacia abajo. Era extasiante. No tengo en la memoria orgasmos más fuertes que aquellos. Es goce también estar con un hombre y mujer a la vez, compartir un pene en un beso blanco. En tanto, con dos hombres, es morir. ¿Orgías? No las prefiero.

Quién no ha recreado en sus mentes participar en un acalorado encuentro de tres o follar con el sexo contrario o con el primo o la esposa del vecino, etc. Lo cierto es que en la imaginación todo puede suceder. 

La pasión que no habla atormenta al silencio que desespera por romper en gemidos. Como decía Carl G. Jung:


"El instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre. Está relacionado con la más alta forma de espíritu".



8 comentarios:

  1. Una exquisitez de texto querida Magdalena.......No me canso de leeros y en todas las posiciones habidas y por haber.......

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  2. Cuando no sabes si lo que estás leyendo es verdad o ficción has llevado al lector a un estado confuso....lo único que provoca es seguir leyendo para averiguar más........

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  3. JODER MAGDALENA UNA VEZ MAS.

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  4. Me ha gustado mucha esta historia Magdalena. Te agradezco tu honestidad sexual pocas se atreven.

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  5. LEEROS ME CAUSA CALENTURA Y TERNURA, QUE GANAS DE FOLLAROS CON AMOR Y SUCIEDAD

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  6. Me gusta tu honestidad al escribir, tienes la capacidad de que uno vaya contigo sumergido en olores, texturas, etc.

    Te felicito dama de la Oz.

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