Apenas se fue,
comenzó a llover con ira. Miro hacia afuera, el temporal es inclemente. Observo como las personas se convierten en un
reguero que se desliza rápido por la calle junto con el agua que cae del cielo
obscuro. De este lado, las ventanas lucen empañadas. Extrañas figuras resbalan
por el vidrio. Figuras que dan cuenta de lo sucedido en este lugar. En mi boca permanece el sabor salado de sus fluidos y en los
pezones arden sus mordiscos. No quiero moverme, tengo la sensación que por
entremedio de mis piernas mis vísceras van a caer por el fisting obligado. En
mi rostro y partes del cuerpo siento tirantez en la piel. Es el semen que se ha
secado y vuelto delicadas costras. Costras que parecen abstractos dibujos. Dibujos
eyectados después de la sodomía.
De rodillas, lo primero que hice, fue deslizar mi lengua en toda la extensión de su miembro para dejarlo brillante. Luego, diestramente lo apreté con fuerza para que las venas se hincharan y los aromas emergieran. De la punta emanó una gota generosa que recogí con mi lengua para degustar lo que vendría después. Relamía mis labios mientras él sostenía con fuerza mi cabello en su puño seguro. Subía y bajaba la piel de su rígida polla bañada en mi saliva. Repetí varias veces la acción. Engullía. La sensación de estar asfixiándome me excitaba más.
De rodillas, lo primero que hice, fue deslizar mi lengua en toda la extensión de su miembro para dejarlo brillante. Luego, diestramente lo apreté con fuerza para que las venas se hincharan y los aromas emergieran. De la punta emanó una gota generosa que recogí con mi lengua para degustar lo que vendría después. Relamía mis labios mientras él sostenía con fuerza mi cabello en su puño seguro. Subía y bajaba la piel de su rígida polla bañada en mi saliva. Repetí varias veces la acción. Engullía. La sensación de estar asfixiándome me excitaba más.
-¿Te gusta así?
Con un ademán
asentí.
-¿Quieres más?
Esbocé una sonrisa.
El ritual comienza
siempre de distintas maneras. Esta vez lo esperé vestida con una camisa que dejó
olvidada y tacones altos, nada más. Al llegar, colgó su abrigo negro impecable, encendió un cigarrillo y se sentó de piernas cruzadas en el
bergere de la sala. Hablamos un poco. Me preguntó cómo estaba; y después de un
par de minutos de conversación, me pidió que me acomodara sobre sus faldas.
Este inicio de corte incestuoso fue perturbador. La sensación paternalista me
conmovió y excitó de sobremanera. Por segundos mis carencias afectivas no
existían. Descansaba yo en el regazo de mi protector al tiempo en que la acidez
en el coño era desesperante. Con mi cabeza apoyada en su pecho: me acariciaba
el cabello, el rostro; y de a poco abrió la camisa para hacer con su dedo mayor
círculos por alrededor de mis pezones duros. Y luego dibujar una línea recta
hasta llegar a mi ombligo para bajar más y deslizar sus largos dedos por
entremedio de mis labios desprovistos de vellos e inundados de lava blanquecina
y dulce. Sacó su mano de mi sexo con el néctar recogido, lo esparció por sus
labios y me besó.
Seguidamente, no
hubo límites. Cada vez es peor y cada vez necesito más.
Sigue lloviendo. En
silencio y recostada con los ojos entreabiertos, percibo la delación del ambiente.
Lo primero, es que huele a secreciones corporales. Y segundo, artilugios sexuales
de distintos tipos están regados por el piso. Desde este ángulo diviso una
mordaza, una pinza para pezones y una varilla. Con tal escenario, es necesario un espejo para corroborar la magnitud de la jornada. Me
levanto para inspeccionar, duele cada movimiento. Conmigo al frente, descubro que en varias partes de mi
cuerpo hay marcas violáceas que parecen islas, mi cuello luce un collar rojizo
hecho con su cinturón; y al voltear, claramente destacan sus grandes manos
impresas en mis nalgas. Me pregunto si a caso una violación sería tan fuerte como esto. Sin embargo, no concibo de otra manera. Y cuento los días para el próximo encuentro.
En tanto, estas
gruesas paredes guardan el secreto. Y, entonces, sucede intensamente y sin
respiro: el dominio de mi rebeldía y la flagelación de mi cuerpo. Quién
entendería que es necesario ser nada para ser todo.
Ahora debo pensar en
cómo ocultar a la luz del día los rastros de esta sádica noche.
Este es un relato que no solo os pone cahondo sino que además os abre la mente para pensar en otro tipo de sexo que no sea convencional. Felicidades Magda,
ResponderEliminarLas pésimas 50 sombras de gray son una niñería en comparación a lo que escribes. Esto es HARD de verdad!!!
ResponderEliminarYa pasas de turbarme a acelerar mi respiración, Magda, pero terminas los relatos con un tono poético. Quizá para suavizar el acaloramiento. Ufffffffff.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Agradezco los comentarios. Es interesante saber las perspectivas de cada uno. Saludos.
ResponderEliminarEstas practicas sexuales para mí son extremas pero vos explicás entre líneas su esencia y eso me gustó.
ResponderEliminarSaludos de Buenos Aires Argentina
"Ser nada para ser todo". Una obra maestra.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarHe leído algunos relatos de BDSM pero todos son muy látigo, tortura, sumisa, amo, me dan una pereza tremenda, pero tu texto se trata de esto pero no nombra a esto y eso lo hace muy interesante. Me ha gustado mucho como abordáis esta sexualidad sin ser obvia y común :) Las imágenes son muy claras, el ambiente, la excitación uffffffffff..............espero el siguiente texto.
ResponderEliminarLo encontré violento yo no tendría sexo de esta manera, igual me gustó las descripciones y los detalles,
ResponderEliminardan ganas..........
Veo que sere la primera mujer que comenta :P
Es curioso... al leerlo de nuevo me quedo con la imagen de ella sentada en el regazo de él: Lolita.
ResponderEliminarEnhorabuena. Es un cuento preciso y perturbador. Es legítimo este tipo de sexualidad pero más cuando la psique se ve beneficiada. Es lo que destaco de vuestro cuento.
ResponderEliminarhay que estar media enferma para que a uno le guste este tipo de relaciones sexuales pero igual se lee bien pero yo no lo haría.
ResponderEliminarLos límites, siempre los límites, malditos, denostados, temibles.... son ellos los que nos hacen humanos, porque revelan nuestras potencias... nadie sabe lo que puede un cuerpo, había dicho el viejo Spinoza... nadie sabe... lo que puede...
ResponderEliminares nuestra moral la que confunde violar y transgredir, para ocultar la tremenda verdad de nuestro deseo: todo deseo tiene algo de perverso.... incluso el de la pureza, o tal vez especialmente éste: somos animales impuros y padecemos de límites... pero nunca olvidemos que son esos límites los que nos hacen humanos: querer siempre algo que está más allá de nosotros. Excelente relato, queridísima amiga
No podía esperar otro tipo de respuesta mi querido amigo. Muchas gracias. Y nadie sabe lo que puede un cuerpo, nadie. Sólo cuando éste grita.
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