Bi love

Dejarme llevar sobre su voluptuosa humanidad, es indescriptible. Acaso la intensidad y cadencia de las olas que suben y bajan de la planicie marina pueden asimilarse un poco al baile que tengo con Isabela. O el reptar de dos mambas negras al unísono y una sobre la otra. Más éxtasis no he sentido. Ni siquiera con las embestidas de los amantes hombres que he tenido. Sí he enloquecido aún más con el jugueteo de los pechos con los pechos y con mis manos en sus caderas para guiar el movimiento horizontal que hace que nuestros clítoris se friccionen en delirantes minutos. Sólo pensarla, me humedece. Esto me ha conducido a recordar la primera vez que sentí atracción hacia una mujer: tenía yo unos doce años cuando el roce de las piernas desnudas de mi prima confundió mi prepubertad. Era época de verano, la casa de vacaciones se hacía pequeña y por lo tanto era necesario compartir cama. Las primeras noches que dormí con ella no tuve inquietud, pero sí la piel se erizo y mi sexo ardió cuando sentí la suavidad de su piel bajo las sábanas.

Misma sensación que siento cuando veo los pezones de Isabela sobresalir de su blusa después de que meto mis dedos untados con saliva. Botones más grandes y rosados que estos no he visto. A veces imagino que son pequeñas pollas que crecen apenas mi lengua los repasa. Protuberancias que me enloquecen cuando los desliza por mi coño inundado en su nombre.

Me confieso una pervertida en materias amatorias. Siempre he considerado que antes de cada cita amerita alimentar el fuego y el morbo, para en su momento, comer con las ganas de un famélico y en la insanidad de un perturbado sexual. Por ejemplo: para enardecer el próximo encuentro, le he pedido esta vez a Isabela que se las ingenie para que se filme con su novio mientras están follando. Me excita tener a cuenta que antes de la siguiente intimación, veré como él la sodomiza y como ella galopa sobre su pelvis como una yegua desbocada. Debo reconocerme una voyerista empedernida que se pone a mil viendo como otros lo hacen. Para saciar esta parafilia, durante un tiempo frecuenté bares Swinger en compañía de un amante británico de pene negro. Al entrar a estos lugares, lo primero era  notar un denso olor que se colaba por las fosas nasales. Patchouli característico de los antros en donde el sexo es el único rey. Había uno que era mi favorito porque daba la sensación de estar en un bar burlesque parisino de mala muerte de finales del siglo XIX. En la barra, y envueltas en una nube de humo de cigarrillo, dos mujeres atendían con sus ubres descubiertas. Una era muy atractiva, sus tetas caídas-grotescas me llamaban poderosamente la atención. Daban ganas de palmotearlas y morderlas. Empero nunca lo hice. Sí sentarme a ver cómo las parejas se seducían y se intercambiaban entre sí en la semioscuridad de los ambientes que estaban clasificados en Soft y Hard. Con mi acompañante mirábamos, nos besábamos, nos tocábamos y follábamos al son de las orgías casi burdas de las que a veces participábamos; y siempre y cuando la dupla escogida fuera de nuestro agrado.

Pero qué sabe de este tipo de tugurios mi buena nena. Quizá por esto mismo me gusta tanto. A veces tengo remordimiento de conciencia porque he corrompido su inocencia e introducido en los derivados más oscuros del sexo. La primera vez que la vi fue en un café de libros cercano al piso en que vivo. Era un domingo cualquiera, hacía mucho calor; y ella estaba justo frente a mí fumando y leyendo. Lo primero, fue quedarme pegada en su escote generoso que hacía que sus redondos melones se asomaran sin vergüenza. Segundo, admirar sus gestos tan femeninos y su estampa de garbo aún en esa tenida informal. Por lo general, suelo tener detectores lésbicos y bisexuales, pero en aquella oportunidad no funcionaron. Sin embargo, y con la excusa de recomendarle más títulos del autor que leía, me acerqué. Estrategia que resultó en una conversación que se alargó hasta el anochecer y en el intercambio de e-mails para seguir retroalimentándonos de literatura inglesa. La sorpresa fue grande cuando a los pocos días un mensaje suyo se encontraba en mi Bandeja de entrada. Y así fue sucediendo. Nos escribíamos muchas cartas, hasta que en una conversación por móvil le pregunté entre líneas por su condición sexual, a lo que respondió de manera tímida que -incomprensiblemente sentía atracción hacia mi persona-. Acto seguido, quedamos en un parque. Y al llegar y antes de emitir palabra alguna nos besamos dulcemente, sin escondernos de los peatones que circulaban por aquel espacio. A diferencia del sol que ocultábase para dejar al crepúsculo reinar.

En poco rato más será nuestra sexta cita. Ya he visto el vídeo donde folla en su rol de heterosexual con el que será su futuro marido. Nuevamente me ha mojado su obediencia y audacia, verla en distintas poses y cómo disfruta cuando su amor-hombre la empala. Pero lo que más me puso fue que en escasos segundos miró el lente escondido para decirme sólo con su expresión cuánto me necesita y desea. Es recíproco. Mientras me ducho, concluyo en que haber sido su primera mujer ha significado estrechar un lazo que ni las argollas de oro podrán disolver.

El agua caliente de este baño me estimula y más ansias tengo de Isabela. Pocos minutos para que ella llegue y nos comamos nuevamente los coños y lo que somos. Cada vez es distinto. Cada vez es más intenso. Nuestra primera follada fue aquí mismo, bajo esta ducha. Sucedió después de un paseo que tuvimos en bicicleta. Una vez finalizado el largo recorrido, la invité a subir a mi piso para beber agua helada. Sin que le sugiriera nada, me pidió tomar un baño. La tensión sexual era evidente como también el despojo de su timidez. Desde mi habitación sentía como el agua corría. La imaginaba jabonando su vulva, los pechos, todo su cuerpo. Repentinamente la escuché llamarme con voz temblorosa. Sabía lo que iba suceder. Antes de entrar me saqué la ropa, recogí mi cabello y al abrir la puerta mis ojos se deleitaron con su figura curvilínea brillante por el agua. Y me excité aún más con la expresión de su rostro que era igual a la de una niña que iba a perder su virginidad. Ahí, las dos abrazadas por el vapor y el deseo, nos besamos con desespero al tiempo en que nuestras manos acariciaban las tetas y la entrepierna muy mojada. Gemía, temblaba, pronunciaba mi nombre, más gemía, mi boca succionaba sus grandes pezones, ella los míos y los dedos entraban y salían de los coños en una mutua masturbación. Pero fue peor cuando me puse de rodillas y chupé su rosada y viscosa piel de sabor dulce. Y así estilando, nos fuimos a la cama para lamer al mismo tiempo nuestros labios carnosos libres de vellos, seguir revolcándonos y terminar en orgasmos múltiples que nos dejaron agotadas de placer.

Rememorar su iniciación lésbica me ha excitado tanto que necesito tocarme. Pero no lo haré. No tiene sentido si dentro de poco rato estará aquí. Entonces salgo, me seco y escojo qué ponerme. Para esta ocasión elegí portaligas y un negligee negro translúcido, y sobre éste, un vestido ceñido. Me maquillo, perfumo y subo a mis tacos. 

Faltan cinco minutos. Me aseguro que todo esté en orden. La sala está alumbrada por velas, de fondo suena All mine de Portishead y sobre la mesa de centro nos aguardan dos copas de bourbon con menta y cigarrillos de marihuana. Siento ruido por las escaleras y de pronto ha sonado el timbre. Mi nena llegó. Y mientras camino por el pasillo hacia la puerta para abrirle, he decidido que para el próximo encuentro no seremos sólo dos. Incluir a su novio en un improvisado trío después de beber varias copas, creo que será el mejor regalo de matrimonio que le pueda dar.




6 comentarios:

  1. Magdalena os felicito por tan notable cuento pero mal he quedado.

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  2. Perversamente celestial

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  3. Buenas descripciones, me ha gustado los diferentes matices de vuestro cuento.

    Os felicito

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  4. BESTIA......................

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  5. Lo de incluir al novio del final ya ha sido el summum

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  6. Los instintos de la carne suelen ir a veces mas allá de lo que la mente obsena pueda desear o querer experimentar en un camino sin retorno del cual no querras volver, despertando aquello que ni en tus sueños pudiste very mucho menos saber que sentirias lo que ahora desea desnfrenadamente. . . PLACER

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