Ḷaurent


Parecía que en la inmaculada nieve se plasmaba la negrura de mi corazón en cada paso que daba. Pero no era amargura suscitada por el cruento invierno y su grisáceo paisaje, si no que de tus labios desvanecidos de color porque la muerte acalló tu último soplo. Tu cuerpo reposaba en un lecho-mortaja. En mi dolor, a mis ojos, te veías tan hermoso. Me senté a tu lado y te besé aún así en tu boca violácea. Tomé tus manos blanquecinas casi al punto rígidas, y dije adiós. 

Con el frío despiadado abrazándome, recuerdo tus palabras cuando caminábamos por los campos Elíseos de París. Decías, -¿Ves el horizonte en lento crepúsculo? Ahí te voy a llevar-. Ahora mientras camino con mi sentida soledad sólo veo un horizonte obscuro, y claramente tu espectro que me convierte también en un alma en pena. O quizás siempre lo fuimos, pero ahora tu carne y tus huesos ya no están. aurent.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.